Mickey Easterling fuenerales fiesta

Servicios funerarios convertidos en celebración lúdica y con el fallecido vestido para la ocasión

El fallecimiento de un ser querido es un momento duro para sus familiares y amigos. De hecho, el tono que reina en un funeral es siempre de solemnidad y profundo respeto. Un invitado guarda las formas, y se muestra más jocoso e incluso se ríe sólo si las circunstancias acompañan, por ejemplo por estar animando a un afectado directo que lo necesita.

Pero, más allá de esto, ¿existen funerales fiesta? ¿Se puede convertir una ceremonia con un trasfondo triste en una celebración festiva como una boda? En América cada vez son más numerosos estos casos y concretamente en Puerto Rico, donde el fenómeno está más arraigado, estos funerales fiesta tienen hasta un nombre: los muertos paraos.

Los muertos paraos consisten en hacer una ceremonia en la que el fallecido no es velado en un ataúd clásico, si no presente en una sala decorada hasta la máxima personalización, homenajeando al difunto con una recreación que evoque al trabajo que tenía o la personalidad que lo identificaba. En el año 2008, tuvieron en Puerto Rico el caso de Ángel Luis ‘Pedrito’ Pantojas Medina, un joven que mostró el deseo de que lo velaran ‘parao’ (es decir, de pie). Y así fue, primero lo embalsamaron y después lo amarraron a la pared por la cintura, el torso y la cabeza, para luego vestirlo con su indumentaria favorita. Más llamativo fue el caso de David Morales Colón, que fue velado con su motocicleta con la que se movía normalmente, o el caso de Edgardo Velázquez, dueño de la empresa socorrista Tato’s Heart Ambulance, que falleció cuando el arma de un amigo se disparó por accidente. Se le veló en su ambulancia, como si fuera un día de trabajo normal.

Este fenómeno puertoriqueño ha tenido hasta una canción del cantautor Tite Santiago, con frases como «a un entierro yo me fui, miren lo que me ha pasao, llevan al muerto acostao y lo enterraron pasao» o «desde que estaba en vida él lo había solicitao, que el día que se muriera, que lo enterraran parao».

David Morales, joven velado 'parao'
David Morales, joven velado ‘parao’
Edgardo Velázquez, velado con su ambulancia
Edgardo Velázquez, velado con su ambulancia

En terreno norteamericano destaca el ejemplo de Mickey Easterling, de 83 años, conocida en Nueva Orleans por ser la perfecta anfitriona y reina de todos los saraos. El día de su funeral no podía ser menos. Su familia la vistió de gala, le pusó un cigarro y bebida y la despidió conforme a ella le gustaba vivir.

En España, le dijimos adiós al rey de la rumba, Peret, en 2014 y su mánager dijo que éste quería que su funeral fuese una fiesta para su gente, y que se cantasen sus rumbas «Porque yo me iré» y «El muerto vivo». De este último título ha quedado como un frase icono para todas las generaciones su «No estaba muerte, estaba de parranda»

Pero la verdad es que aunque en la mayoría de los casos son los propios futuros difuntos los que lo piden como una última voluntad, hay quien, como es lógico, ve con recelo este tipo de ceremonias, pues frivolizan algo tan serio como la muerte, a la que durante siglos venimos tratando de una forma muy seria y solemne. Los defensores de este tipo de ceremonias argumentan que tener el cuerpo presente con ropa festiva o con los atuendos con los que trabajaba hacen sentirlo como aún vivo y que la celebración colectiva es una forma de enfrentar mejor el dolor por la pérdida.

¿Se convertirá la tendencia a desdramatizar los servicios funerales hasta el punto de convertir en fiestas o en ceremonias tan ahora pintoresca como los muertos paraos en un fenómeno que traspase fronteras y se generalice y normalice? ¿O no dejará de ser algo extravagante?

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